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Con una planta simétrica y equilibrada, el exterior presenta unas fachadas simples y desornamentadas. En su reinterpretación de elementos vernáculos (techo a cuatro aguas, chapa ondulada) este proyecto es de alguna manera una secuela de la casa FL. Pero donde aquella tenía muros transparentes y amplias cornisas, la casa DH tiene unos muros sólidos de ladrillo revocado en blanco y un techo – también blanco – con unas cornisas reducidas al mínimo. El resultado es una forma pura y monolítica. La simplicidad y la de la volumetría responde a la exigencia explícita por parte de la cliente de un diseño ‘minimalista’. Cabe notar que es la primera casa completamente blanca en las zona. La disposición interior de la planta principal, concebida en estrecha colaboración con la propietaria, se articula alrededor de un gran salón central que se abre hacia la piscina y contiene además 4 habitaciones. Durante una reciente entrevista Diego Montero la describe como ‘una buena casa, pero nada particularmente emocionante’

The building has a symmetrical plant, with plain façades. This project is somehow a sequel to the FL house, sharing its reinterpretation of vernacular elements (corrugated hip roof). But where the former had transparent walls and wide cornices, the DH house has solid brick walls clad in white plaster a ceiling – also white -– with cornices reduced to a minimum, producing a strong monolithic shape. The simplicity of the design responds to the explicit requirement from the client of a ‘minimalist’ design. On a side note, is the first completely white house in the area to achieve planning permission. The interior layout of the ground floor was conceived in close collaboration with the owner. The space is articulated around a large central hall that opens onto the pool and also contains four rooms. In a recent interview Diego Montero described it as ‘a good house, but nothing particularly exciting’.

Larabanga Mosque, Ghana

En 1990 Diego Montero era un joven arquitecto porteño para quien Punta del Este había sido siempre un lugar de vacaciones y donde había empezado a hacer algunas obras dispersas desde el año 80. Casi todas pequeñísimas rusticas y elementales, pero con un sentido del lugar y del savoir vivre muy personal y característico que poco a poco fue ganando cultores y adeptos. Hoy, cuando ya hace más de 20 años desde que se instaló definitivamente con su familia en Manantiales, es prácticamente imposible hacer más de dos cuadras por esa angosta franja sobre el mar que va desde el puente de La Barra hasta Jose Ignacio sin cruzarse con alguna casa u obra suya. Y si bien es cierto que el mero aspecto cuantitativo es impresionante – desde el año 90 ha construido un promedio de entre diez y quince casas por año – tal vez sea más interesante aún el hecho de que muchas de sus obras (como el restorán Los Negros, en José Ignacio, o más reciententemente el hotel de Garzón, ambos de Francis Mallmann) hayan sido la piedra fundacional y el motor de arranque para desarrollos posteriores.
In 1990 Diego Montero was a young architect from Buenos Aires, for whom Punta del Este had always mostly a holiday destination. A place where he had built a handful of houses, with a very unique sense of place, that were slowly gathering a cult following. Now, more than 20 years after he decided to make that area his permanent residence, it's virtually impossible to walk for more than a couple of blocks, along that narrow strip between La Barra and Jose Ignacio, without bumping into one of his houses. Aside from the impressive volume of his output – he has bult an average of 10 houses a year over the last decade – it is perhaps more interesting that many of his projects (such as Los Negros restaurant, or more recently the Hotel Garzón, both for Francis Mallmann) have become stepping stones for developments to follow.

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