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La casa que se muestra en este posteo, fue la vivienda del escritor y periodista argentino Dalmiro Sáenz (13 de junio de 1926 – 11 de septiembre de 2016). Se construyo en la decada del 60 y fue recientemente demolida por la intendencia de Maldonado “por encontrarse sobre terrenos fiscales”.

Cuenta la historia que Saenz inicialmente pidió que fuese construida bajo tierra. Ravazzani cavó en las piedras de Punta Ballena hasta encontrar un suelo firme donde levantar esta obra de arte que logró sintetizar el paisaje que la rodea en sus líneas arquitectónicas: Las paredes de piedra natural camuflan la construccion con el paisaje que la abraza.

En la tradición de la arquitectura argentina, el papel del fallecido Horacio Ravazzani es difícil de definir, ya que fue un intelectual disciplinado y un arquitecto comprometido con el paisaje local.

En Uruguay, Ravazzani dio voz a la topografía de Punta del Este, aunque su obra había sido en gran medida ignorada. Afrontó cuestiones de menor escala con la misma integridad e interés con el que imaginó el futuro de este lugar especial.

Ravazzani se mantuvo independiente de las tentaciones estilísticas. Sus casas están construidas casi personalmente, como en la obra de muchos artistas, desarrollando un tema con infinitas variaciones y ofrecen diferentes formas de conectar el paisaje con la vida cotidiana. Sus edificios siempre se adaptan al paisaje sin forzar una relación abstracta.

Para Ravazzani, la arquitectura no está separada del arte de vivir o del medio ambiente. Enseñó a los arquitectos jóvenes “el lenguaje de los materiales” para dominar el oficio de la arquitectura y la conexión entre el estilo de vida y la calidad del trabajo, entre la autenticidad y su efecto sobre la forma.

En sus numerosas exploraciones arquitectónicas en Montevideo, Buenos Aires y el interior uruguayo, enseñó a sus protegidos a observar cómo la gente experimenta los lugares que ocupa y fomentó las posibilidades de la arquitectura como una forma de mejorar la vida. Ravazzani mostró la conexión entre un edificio o una condición urbana y la ideología que sustentaba su origen.

The house shown in this post was the home of the Argentine writer and journalist Dalmiro Sáenz (June 13, 1926 – September 11, 2016). It was built in the 1960s and was recently demolished by the Maldonado municipality “because it was located on public land.”

The story goes that Saenz initially asked for it to be built underground. Ravazzani dug into the rocks of Punta Ballena until he found a firm ground on which to build this work of art that managed to synthesize the landscape that surrounds it in its architectural lines: The natural stone walls camouflage the construction with the landscape that embraces it.

In the tradition of Argentina architecture, the role of the late Horace Ravazzani is difficult to define as he was both a disciplined intellectual and architect committed to the local landscape.

In Uruguay, Ravazzani gave voice to the Punta del Este topography, although his work had been largely ignored. He faced smaller-scale issues with the same integrity and interest with which he envisioned the future of this special place.

Ravazzani remained independent of stylistic temptations. His houses are built almost personally, as in the work of many artists, developing a theme with endless variations, and offer different ways to connect landscape with daily life. His buildings always fit the landscape without forcing an abstract relationship.

Architecture is not separate from the art of living or the environment, for Ravazzani. He taught young architects “the language of the materials” to master the craft of architecture and the connection between lifestyle and quality of work, between authenticity and its effect on form.

On many architectural explorations to Montevideo, Buenos Aires and the Uruguayan countryside, he taught his protégés to look at how people experience the places they occupy and encouraged the possibilities of architecture as a way to enhance life. Ravazzani showed the connection between a building or an urban condition and the ideology that supported its origin.

En 1990 Diego Montero era un joven arquitecto porteño para quien Punta del Este había sido siempre un lugar de vacaciones y donde había empezado a hacer algunas obras dispersas desde el año 80. Casi todas pequeñísimas rusticas y elementales, pero con un sentido del lugar y del savoir vivre muy personal y característico que poco a poco fue ganando cultores y adeptos. Hoy, cuando ya hace más de 20 años desde que se instaló definitivamente con su familia en Manantiales, es prácticamente imposible hacer más de dos cuadras por esa angosta franja sobre el mar que va desde el puente de La Barra hasta Jose Ignacio sin cruzarse con alguna casa u obra suya. Y si bien es cierto que el mero aspecto cuantitativo es impresionante – desde el año 90 ha construido un promedio de entre diez y quince casas por año – tal vez sea más interesante aún el hecho de que muchas de sus obras (como el restorán Los Negros, en José Ignacio, o más reciententemente el hotel de Garzón, ambos de Francis Mallmann) hayan sido la piedra fundacional y el motor de arranque para desarrollos posteriores.
In 1990 Diego Montero was a young architect from Buenos Aires, for whom Punta del Este had always mostly a holiday destination. A place where he had built a handful of houses, with a very unique sense of place, that were slowly gathering a cult following. Now, more than 20 years after he decided to make that area his permanent residence, it's virtually impossible to walk for more than a couple of blocks, along that narrow strip between La Barra and Jose Ignacio, without bumping into one of his houses. Aside from the impressive volume of his output – he has bult an average of 10 houses a year over the last decade – it is perhaps more interesting that many of his projects (such as Los Negros restaurant, or more recently the Hotel Garzón, both for Francis Mallmann) have become stepping stones for developments to follow.

E-10 km 12

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